La razón de ser

Quiero invitarte a un espacio distinto. Un espacio donde no vienes a “hacerlo bien”, sino a escucharte. A dejar que tu cuerpo, tu respiración y esa voz que te habita —tu voz más sabia— tomen la palabra.

Quiero invitarte a bajar un momento el ritmo. A hacer silencio por dentro.
A sentir el peso de tu cuerpo, la respiración que te sostiene, y esa vibración sutil que aparece cuando, sin darnos cuenta, empezamos a escucharnos de verdad.
Aunque vivimos rodeados de voces internas que opinan, corrigen, exigen o comparan, hay una voz más íntima que suele quedar en segundo plano. Una voz tranquila, paciente, que no necesita hacerse notar porque ya lo sabe todo de ti.

La Escritura Somática es, ante todo, un regreso a casa. Una puerta que abre a ese lugar interno que algunos llaman verdadera naturaleza.
Verás, existe en cada ser una figura que siempre se mueve al filo de las cosas. A veces desconfiada, a veces cauta, a veces simplemente cansada. No es una villana: es cautelosa, protectora. Conoce el peso de la desilusión, y por eso levanta muros. Y, sin embargo, también busca —torpemente a veces— formas de amar mejor, de relacionarse con más verdad, de vivir más plenamente.
Esa parte de nuestro ser aprendió a sobrevivir cerrándose, protegiéndose, retirándose antes de que algo duela demasiado.

Pero también es la parte que más anhela vivir. Amar. Confiar. 

En los momentos en que esa parte de mí comienza a llenarse de miedos, le recuerdo algo muy simple: que no está en soledad. Que estoy aquí, con toda mi adultez, mi presencia, mi capacidad de sostenerle. Le recuerdo que nuestro compromiso es vivir esta vida entera, con sus luces y sus sombras. Le recuerdo que unidos somos fuertes, con más sabiduría y resiliencia. Y así damos un paso más.

Esa parte también vive en ti. Y te necesita. Que le des tu mano, que le ofrezcas una narrativa fresca, real, amorosa. Recordarle que no está solo. Que el yo adulto, más presente y más consciente, puede sostenerlo. Que podemos avanzar paso a paso.

Todos tenemos esa parte en nosotros. Y todos tenemos un ser más sabio que quiere guiarla.
Esta práctica es un puente entre ambos. Una especie de reencuentro; con nosotros mísmos y conectándonos al mismo tiempo con el universo que nos rodea.

Esa es la visión.

«Representar la percepción escarbando emociones del corazón;
conscientes también de las palabras que pronuncian los labios.
Escuchando y leyendo, intuitivamente, como forma de auto-conocimiento
y analizando cada perspectiva que surja en tí; permitiendo que exprese aquello
que pide el alma para ser sanada.«